viernes, 23 de enero de 2009

En construcción


Con cierta periodicidad se ofrecen a la opinión pública estadísticas y encuestas sobre quejas de usuarios. Esta semana la prensa nacional se hizo eco de un nuevo informe sobre el asunto publicado por Facua.

Como técnico y también como docente de futuros técnicos me duele que el sector en el que opero ostente tan dudoso honor. Y me duele porque en parte tienen razón, muy a mi pesar.

Si hubiera un regulador del sector tendría mucho trabajo que hacer y ponerse, nunca mejor dicho, manos a la obra.
La ausencia de calidad cuesta mucho dinero a la sociedad. Porque ya no son solo las quejas de los usuarios por los incumplimientos de plazos en la entrega de llaves y por las deficiencias y daños. Muchas de las cuales terminan en en manos de las justicia, colaborando a su colapso y al coste desorbitado de mantener un sistema judicial que resuelva todos estos litigios. Todo el dinero de mantener un sistema judicial que nos garantice nuestros derechos sale de nuestros impuestos.

También son los accidentes laborales. Una verdadera lacra de la sociedad en general y de este sector en particular. Un problema sobre el que ya quisiera que la sociedad tomara conciencia y adoptara una mínima cultura de prevención. Y no me digan que la hemorragia normativa sobre el asunto es síntoma de cultura...
La cultura no consiste sólo en dictar las reglas,
sino también en mejorar las costumbres.
J. G. HERDER
La siniestralidad del sector tiene un coste obsceno para un país que se dice que es la octava potencia económica mundial. Un coste altísimo, incuantificable, para los trabajadores y sus familias, especialmente en los casos en los que se pierde lo más preciado, la vida. Aunque el resto de balances contables que producen la siniestralidad estuvieran a cero, solo por evitar el dolor a las familias, sería obligado presentar batalla sin cuartel a la siniestralidad.
Pago de pensiones de invalidez, prestaciones por baja, atención sanitaria, pérdida de productividad, etc. La suma es astronómica. Solo a los efectos de poder tomar conciencia del coste "económico" que produce la siniestralidad os daré un par de datos. En 2002, el sindicato CCOO, cifró este coste en 12.000 millones de euros, para todos los sectores productivos. En 2004, un estudio de ISTAS cifró el impacto económico de las enfermedades profesionales incidentes, esto es, casos nuevos, en 2.100 millones de euros y el de las enfermedades profesionales prevalentes, casos ya existentes, en 40.000 millones de euros.
Y esto, cada año. A veces, es peor.
Todo ese dinero también sale de nuestros impuestos.
Es preferible perder un minuto evitando un accidente,
que un mes curando una herida.
En definitiva, la propia falta de un regulador del sector nos cuesta dinero. Durante muchos, muchos, muchos años, en el sector de la construcción ha podido operar quien quiera, sin necesidad de acreditar nada más que sus ganas de hacer dinero. Nunca se ha exigido requisito alguno para poder operar en el sector.
Por supuesto no cuestiono la libertad de empresa, derecho constitucional vital para el progreso de nuestra sociedad. Lo que cuestiono es que no se regule tal derecho en el caso particular de este sector. Y pongo un ejemplo.
Si dispongo de capital y deseo invertirlo en el sector de la sanidad puedo crear una empresa, construir un hospital y operar en el sector. ¡En el sector!, pero no en el quirófano. Para ello necesito que un cuadro médico, especialistas de esa profesión, sean quienes dirijan, gestionen y lleven a cabo las "operaciones de campo".
Pues bien, eso no ocurre en el sector de la construcción. Muchas, muchas, muchas empresas operan en el sector sin la más mínima formación específica en la materia y cualificación técnica.
Por suerte, en 2006, la ley de subcontratación en el sector de la construcción empezó a poner los cimientos para una regulación de la solvencia técnica de las empresas. Pero me temo que esa obra va muy lenta. Sería deseable que el legislador y el ejecutivo tomaran decisiones más contundentes sobre esta cuestión y se exigiera la solvencia técnica propia de la octava potencia económica del mundo mundial.
Si no te gusta tu trabajo no hagas huelga.
Sigue yendo todos los días al trabajo
y sigue haciéndolo a medias.
HOMER SIMPSON
Mientras tanto, todas esas empresas hacen competencia desleal a aquellas otras que sí apuestan por la calidad y por la prevención de los riesgos laborales. Que también las hay.

Ahora, con las anunciadas inyecciones de dinero público (que también sale de nuestros impuestos) se dará trabajo al sector. Bienvenido sea. Pero una parte de ese dinero se perderá en subcontrataciones que no aportan valor a la obra pero que sacan su beneficio de este sistema. Otra parte se perderá en deficiencias de las obras, por defectos en el proyecto (por el poco tiempo para su elaboración, etc.) por defectos en la dirección de las obras (por que pocos son agraciados con muchas obras a las que no hay tiempo material para atender, etc.) por defectos de construcción (por la falta de solvencia técnica de sus gestores y la falta de oficio de sus trabajadores, etc). Y lo más sangrante, por las supuestas comisiones a políticos. Que a estos tampoco estaría mal exigirles algo de solvencia ética.
El resultado: la eficacia de nuestros impuestos, por los suelos. De cada euro invertido ¿qué parte aportará valor a la sociedad y nos ayudará a superar la pertinaz crisis que nos azota? Sí, en otro tiempo era la sequía.

Y ahora tu tienes la palabra...

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